A Mariel.
A veces pasa. Y ahora formo parte de eso.
Uno se deja llevar por el acompasado vaivén de lo mundano, y queda envuelto en mundos de poesía.
¿Qué ángeles acarician tu sueño, pájaro luminoso de las noches? Puedo verlos flameando en tu cielo y arrullándote al compás de los cometas, en una apacible sinfonía escrita con notas de luz, en el inmenso pentagrama del universo. ¡Cuántos deseos podrías robarle a ese firmamento hecho sólo de estrellas fugaces!
Pero no hay cielo sin tierra desde donde observarlo; la tierra que es salto, piedra, agua y recuerdo. Verde paz sobre la hierba y árbol sin tiempo.
¡Qué bello ahora, bailar las canciones secretas que esconde la brisa nocturna, y soñar con estanques de luciérnagas danzando el croar de las ranas! ¡Cómo no volar con ellas, entre las frescas y oscuras fragancias de la bruma!
Ahora tengo que alejarte de ahí, y muero un poco al pensar que bastará un roce de pieles para desmoronar algo delicadamente único.
El tren va a detenerse en la estación, tu estación. Y es mi terrible deber el despertarte.
Reconforta saber que todo lo efímero y lo hermoso, vive para siempre en algún lugar del alma.